Alejandro Nómada
Antes de comenzar es importante hacer a un lado nuestros prejuicios occidentales hacia la vida y la muerte, esta pequeña exhibición es una ventana a un entendimiento mas crudo y profundo donde el final no se oculta, donde el final se presencia, se incendia, se sufre y se celebra de una manera muy difícil de entender a los ojos occidentales.
Hay viajes que evolucionan, hay viajes que sirven para pensar, hay viajes que curan, pero en lo personal este viaje ha quebrado mi esquema mental forjado por mi entorno y mis principios infundados. Varanasi me han hecho cuestionarme un millón de cosas sobre lo que llamamos vida y lo que llamamos muerte.
Esta muestra fotográfica ha sido trabajada bajo los permisos municipales de la ciudad y con previa aprobación de cada persona involucrada, siendo este un pequeño homenaje para la ciudad que me cambio, me desgarro y me hizo replantear mi existencia.
Varanasi es la ciudad mas sagrada de la India, la amada ciudad del Dios Shiva donde la Diosa Ganga (Rio Ganges) bendice los restos de todo aquel que perece en sus aguas y un último mantra del Dios Shiva es susurrado al oído del moribundo llevándolo al Moksha (iluminación), así evitando el sufrimiento mundano y la fatiga de la reencarnación, purificando y perdonando tu alma. Todos quieren morir en Varanasi.
La pesada bruma que exhala el Rio Ganges hace que esta ciudad tenga amaneceres infinitos que sobrepasan las nueve de la mañana, bañando de dorado sus aguas, algo mágico que no sabia que existía y te hace sentir bendecido con su resplandor.
La Ciudad de los Muertos recibe a viajeros de India y del mundo listos para hacer su último viaje, no es raro encontrar personas moribundas por las calles de la ciudad, muchas de ellas gastan sus últimas rupias y pasan hambres con tal de llegar al Ganges. No todas tienen la posibilidad de pagar la madera de mango utilizada para las cremaciones pero algunas organizaciones ayudan y proveen de una muerte digna a quien llega sin recursos a morir al margen del rio.
Con cariño especial a uno de los Artistas que más ha apoyado y alimentado el espíritu de Galería Nómada.
Los difuntos son trasladados a los crematorios al poco tiempo de haber muerto, algunos son traídos de ciudades cercanas, otros de hospicios a orillas del rio, otros de las calles. Así como al nacer al morir pintan las plantas de los pies en rojo y marcan sus huellas en una blanca hoja como una ultima bendición. Estas son enmarcadas y llevadas con orgullo y nostalgia en las paredes de los hogares.
Manikarnika es un templo milenario a orillas del rio y es también el crematorio mas sagrado de toda la India, donde amablemente me concedieron la dicha y el permiso de poder presenciar y apreciar su forma de ver el final de la existencia. Cuerpos son traídos en volumen a Manikarnika, donde los familiares del difunto sumergen sus restos en las aguas santas de la Diosa Ganga para ser purificados y perdonados. El Hijo mayor tiene la responsabilidad de prender fuego al difunto a partir de la llama sagrada del templo. Los fotógrafos de la muerte listos para tomar la ultima foto familiar la cual entregan impresa al momento.
Las lágrimas están prohibidas en Manikarnika, los gritos son mudos, un olor a carne quemada no muy diferente al que conocemos impregna el aire, siendo en momentos decenas de cuerpos incendiándose simultáneamente. Presencié algunas escenas muy duras, que sigo sin comprender y de las que no pienso hablar en este escrito pero que duramente me hicieron saber de la realista y cruda concepción Hinduista de los restos humanos. Son solo restos, no son más, un recipiente abandonado que no es adornado en cajas de maderas preciosas, ni galardonado ostentosamente. Restos que se entregan con nostalgia y respeto al fuego que los llevará al final del samsara (ciclo de la vida).
Hombres y Mujeres rasuran sus cabezas en señal de duelo, guardando ayunos de incluso varios días, haciendo a un lado todo placer para rendir un homenaje supremo al ser perdido. Sacerdotes ofrecen consejo y refugio espiritual para sobrellevar el duelo.
Varanasi también es vida, para muchos representa un encuentro con la purificación, una peregrinación. Niños de enormes ojos pintados de negro para prevenir el “mal de ojo”, centenares de peregrinos, bodas al margen del rio, hombres y mujeres tomando baños santos con abundante jabón.
Brahmanes (Sacerdotes) en cada paso, ofreciendo sabias palabras, consejo espiritual, esperando por familias con las que han tenido relación por generaciones, muchos muy amables.
No puedes evitar un encuentro con Sadhus, hombres santos que abandonan todo placer terrenal para entregarse día y noche al rezo y la meditación. Algunos repiten constantemente el nombre de un Dios hasta sincronizarlo con su respiración haciendo un mantra que llevan hasta el día de su muerte. El en particular siempre nos ofreció una sonrisa cada día.
Los Sanyasis de casta Brahmanica son la rebelión en si misma, abandonan toda responsabilidad sacerdotal y abandonan su propio pasado para vivir el presente sin estructura. Su libertad es su mas grande responsabilidad y tratan de mantener la mente libre para percibir la vida y los momentos en su valor elemental, ser Sanyasi es abandonar toda cotidianeidad y adoptar la fluidez de la vida y su espontaneidad para ser uno mismo con el espíritu en su mas pura esencia.
Cada amanecer y atardecer los Ghats mas sagrados de Varanasi se llenan de humo de incienso y canciones de alabanza a la Madre Ganga (Rio Ganges) ofreciéndole el fuego como tributo, mismo que tomara la esencia del Dios para bendecir a los peregrinos que tocan el fuego con sus dedos. La representación de los elementos y un recordatorio de humildad humana es parte importante del ritual del Aarti.
La Ciudad de Shiva es una síntesis del universo Indio, artesanos, músicos y todo tipo de variantes de la Fe Hinduista tienen su lugar aquí, creadores de sedas finas, calles con olor a sándalo, colores ocres, empalagosos dulces y escenarios surrealistas son el día a día.
Un pequeño homenaje a la Ciudad de los muertos que no me ofreció un viaje sino una transformación en mi percepción de la vida.
Alejandro Nómada 2020